Monday, February 18, 2013

Two poems by Cuban poet Rodolfo Hässler (1958), my translation / Dos poemas del poeta cubano RH


Havana

(at Lezama Lima's home)

To Reina María Rodríguez


How breathtaking the silence in the narrow, small room,
in the exact place where the booming voice
would demand its coffee every afternoon in refined China cup,
strained and served with mother's love. Infallible remedy to
placate the halting rhythm, between guffaws,
and recommend Góngora and read the French, the ones of the 
                                                                                       [rose,
every day. Worshiping Casal,  cursing Virgilio,[1]
he successfully extolled the shadows before the dark window,
oh the Mayans, Ariosto, the impassive Spanish legacy.
The window, now boarded, a tokonoma of the void.



[1] Virgilio Piñera, Cuban poet, playwright, short-story writer, and essayist.

Berne

To my father

From above I gaze at the toothy beast
and remember how in my childhood I played with a
far less imposing stuffed replica,
part of the upbringing of every Alpine child.
The moat is the way out of the medieval maze,
a winding road of ochre sandstone
where the most striking spires have been carved,
as well as the windows of private homes.
In one of these, my father who is now my son
would play the viola with insistent method while I
learned the Gothic dialect of my ancestors.
The underground cellars storing apples and potatoes,
the barrels with peasant grape juice, the guilds' headquarters
and their emblems, the blue stork, the child eater,
the golden tent, or the needle's eye end in the
wheel of death that haunts the Bernese,
along with the symbol of the bear – the animal.
From the height of the snow I climb down to the house of 
                                                                                 [beasts,
and leaning on the edge poke out my head to see their jaws.


From Cabeza de ébano, Mantis Editores. This book has been translated into Italian, German, Portuguese, French, and Macedonian.



La Habana

(en la casa de Lezama Lima)

A Reina María Rodríguez



Qué impresionante silencio en la angosta saleta, / en el exacto lugar donde la voz atronadora / reclamaba cada tarde su café, en fina taza china, / colado y servido con amor de madre. Remedio certero / para aplacar el ritmo entrecortado, entre risotada y risotada, /
y recomendar a Góngora, leer cada día a los franceses, / los de la rosa. Adorando a Casal, maldiciendo a Virgilio, / logró ensalzar las sombras ante la oscura ventana, / oh los mayas, Ariosto, la impertérrita herencia española. / La ventana ahora clausurada es un tokonoma del vacío.


Berna

A mi padre


Desde arriba contemplo a la bestia dentuda / y recuerdo que en la infancia jugaba con una réplica / en peluche, mucho menos imponente, / presente en la formación de todo niño alpino. / El foso es la salida del laberinto medieval, / un camino sinuoso de piedra arenisca ocre / en la que han sido labradas las agujas más sorprendentes / y las ventanas de las viviendas. / En una de ellas, mi padre, que ahora es mi hijo, / tocaba la viola con método insistente / mientras yo aprendía el dialecto gótico de mis antepasados. /
Los almacenes subterráneos de patatas y manzanas, / los barriles de mosto campesino, las sedes de los gremios / y sus emblemas, la cigüeña azul, el devorador de niños, /
la carpa dorada o el ojo de la aguja / acaban en la rueda de la muerte que acucia a los berneses / junto al símbolo del oso, el animal. / Desde la altura de la nieve desciendo a la casa de las bestias, / y apoyado en el borde, me asomo a ver sus fauces.


 De Cabeza de ébano, Mantis Editores. Este libro fue traducido al italiano, alemán, portugués, francés y macedonio. Pueden encontrar otros poemas de R.H. aquí.

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