Monday, April 15, 2013

Two Poems by José Watanabe (Peru, 1946-2007), my translation / Dos poemas de JW


The Mouth

In the ravine there were
rocks like bones of a prehistoric animal
that came apart before
reaching our valley.

A great skull had come to a
standstill on the slope openmouthed
and the rest of the body had scattered toward the river.

I would climb the slope
and stand still before that mouth, a hollow where
the wind became gale,
and hear
whispers, half-formed words
that would silently dissolve.

Never was there a clear phrase. The mouth
like a pious oracle
blocked its own phrases in front of the boy:
I know it now
and thank it for a blind life.
From La piedra alada

Poem of the Innocent

So willful is the sun
in the sands of Chicama.
Knot then the four ends of the bandanna on your head
and go after the useless lizard
amid those trees already dead by the sunflame.
Of all the gentle gestures, the sun's is the cruelest
consuming trees and lizards
while honoring their shell.
Fix in your memory this lesson of landscapes
and this other one:
when you brought a trifling little match near the dried-up tree
and it burned too soon and excessively
as though made of gunpowder.
Don't blame yourself - who would have reckoned such havoc!
And accept it: the fire was already there,
tense and circumscribed under the bark,
awaiting your trivial gesture, your shenanigans.
Remember, then, this sudden devastation (its untranslatable beauty)
without regrets
because it was you, but not you either.
So it is
with everything.

From El huso de la palabra.
His poetry has been published in English under the title Path through the Canefields, White Adder Press.


La boca

En la encañada / había piedras como huesos de un animal prehistórico / que se desbarató /
antes de alcanzar nuestro valle. // Un gran cráneo / quedó detenido en la pendiente con la boca abierta / y el resto del cuerpo se dispersó hacia el río. // Yo trepaba la pendiente /
y me detenía frente a esa boca, una oquedad / donde el viento se huracanaba, / y escuchaba / murmullos, palabras que se formaban a medias / y luego, sin decir nada, se diluían. // Nunca hubo una frase clara. La boca / como un oráculo piadoso / trababa sus propias frases ante el niño: / lo sé ahora / y le agradezco la vida ciega.
De La piedra alada

Poema del inocente

Bien voluntarioso es el sol / en los arenales de Chicama. / Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza / y anda tras la lagartija inútil / entre esos árboles ya muertos por la sollama. / De delicadezas, la del sol la más cruel / que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara. / Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje, / y esta otra: /
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial / y ardió demasiado súbito y desmedido / como si fuera de pólvora. / No te culpes, quién iba a calcular tamaño estropicio! / Y acepta: el fuego ya estaba allí, / tenso y contenido bajo la corteza, /
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada. / Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza) / sin arrepentimientos / porque fuiste tú, pero tampoco. / Así /
en todo.
De El huso de la palabra
Pueden escuchar a Watanabe leyendo de su libro Banderas detrás de la niebla aquí.

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